EL MILAGRO DE CALANDA ¿ESTAFA O REALIDAD?
Cuenta Luis Buñuel que en Calanda, pueblo en el que nace, la Edad Media se prolonga hasta la Primera Guerra Mundial.
Es una comunidad aislada, en la que parece haberse detenido el discurrir del tiempo.
En ese perdido pueblo del Bajo Aragón viven a comienzos del siglo XVII Miguel Pellicer y María Blasco, una humilde familia de labradores con ocho hijos a su cargo.
Uno de ellos, Miguel Juan Pellicer, nacido en marzo de 1617 abandona el hogar familiar con diecinueve años.
El joven, que no quiere ser una carga para sus padres, se traslada a Castellón, a casa de su tío Jaime, hermano de su madre, al que ayuda en las labores del campo.
Transportando trigo en un chirrión tirado por dos mulas, cae al suelo.
Una de las ruedas le aplasta la pierna derecha, destrozándole la tibia.
Trasladado a Valencia permanece cinco días en el Hospital, sin que la lesión mejore.
A petición de Miguel, los regidores del Hospital le otorgan pasaporte de caridad para que se traslade a Zaragoza.
Con ese documento, Pellicer ejerce durante el viaje la mendicidad y solicita acogimiento en las localidades que tienen asilo para pobres.
Llegado a la capital del Ebro, el joven se dirige a la Iglesia de Santa María la Mayor, templo gótico mudéjar en el que se rinde culto a la virgen del Pilar.
Allí, en su capilla, se encomienda a la madre de Dios.
Seguidamente, se dirige al Real y General Hospital de Nuestra Señora de Gracia, donde le atiende el licenciado Juan de Estanga. Durante varios días intenta sin exito recuperar la pierna.
Tras consultarlo con el también cirujano y compañero Miguel Beltrán concluyen que no queda más remedio que cortarla porque hay síntomas de gangrena.
En los últimos días de octubre de 1637, ambos cirujanos, con asistencia del ayudante Diego Millaruelo, maestro en cirugía, y del practicante Juan Lorenzo García, realizan la amputación.
El practicante y un colega cogen la pierna y la entierran en el cementerio del hospital.
Tras ser dado de alta, Pellicer sobrevive limosneando por el entorno de Santa María la Mayor, lo que le permite asistir diariamente a misa en la capilla de la Virgen.
Los dolores en la pierna son habituales. Movido por la fe trata de aliviarlos frotándose el muñón con aceite de la lámpara de la Santa Capilla que le facilita el luminero.
Cuando recauda lo suficiente, el posadero Juan de las Mazas le facilita lecho en el Mesón las Tablas, previo pago de cuatro dineros.
Cansado de la mísera vida que lleva en Zaragoza, en marzo de 1640 decide retornar a la casa paterna. Arrieros piadosos le van aliviando el viaje, llevándolo de localidad en localidad.
Avisados sus padres de que está en camino, le envían al joven criado Bartolome Ximeno con una burrilla.
Ya en el seno familiar, el 29 de marzo de 1640, llegan a Calanda dos compañías de soldados de a caballo, que se instalan en la localidad. La familia Pellicer acoge a uno de ellos.
Llegada la noche, se encuentran de tertulia los Pellicer, Miguel Juan, sus vecinos los Barrachina, el soldado y el joven criado Bartolomé.
Al acomodar al militar en la habitación del mutilado, este se acuesta en un camastro que le han habilitado a los pies de la cama de sus padres. Sueña que está en la Santa Capilla úntandose el muñón con aceite.
Concluida la conversación, María Blasco se dirige al dormitorio. Un grito de sorpresa escapa de su boca cuando descubre que su hijo, que duerme apaciblemente, tiene las dos piernas.
La noticia corre como la pólvora por la pequeña localidad de Calanda.
Al día siguiente el Justicia y juez ordinario de la villa, los jurados mayor y segundo, el notario real y los dos cirujanos de la localidad verifican los hechos.
Los Pellicer se desplazan a Zaragoza, ciudad a la que llegan el 25 de abril de 1640.
Entregan a las autoridades religiosas una información sumaria de los hechos, elaborada por el Justicia de Calanda.
El 8 de mayo celebran capítulo en las casas del puente los Jurados y Consejeros acordando por unanimidad solicitar que lo acontecido a Miguel Juan Pellicer sea considerado un milagro realizado por intercesión de la Virgen del Pilar.
Tras declarar decenas de testigos, incluidos los cirujanos que le seccionan la pierna, el obispo de la ciudad, Pedro Apaolaza Ramírez dicta sentencia el 27 de abril de 1641, declarando de naturaleza divina la restitución de la pierna de Pellicer.
Es tal la repercusión que a nivel nacional tiene el asunto, que el rey Felipe IV recibe al joven. Le acompañan el protonotario de Aragón Jerónimo Villanueva, y el Arcediano Mayor de Zaragoza en el cabildo de la Seo, Miguel Antonio Francés.
Tras escuchar el relato de los hechos, el monarca emocionado, le besa la pierna.
Merced al milagro, la devoción a la virgen del Pilar crece como la espuma entre la población zaragozana, circunstancia que aprovecha el municipio para proclamarla patrona de Zaragoza. Tal reconocimiento se realiza apenas dos años después del suceso, el 20 de mayo de 1642.
La vida posterior de Miguel Juan Pellicer, no puede decirse que sea especialmente edificante.
Viaja por tierras de la Corona de Aragón, concretamente llega a Valencia y a Mallorca.
En esta primera ciudad es recibido con agrado por el Arzobispo y por el conjunto de la población, lo que no impide que el apoderado del cabildo del Pilar en la capital del Turia curse oficio al de Zaragoza señalando que Pellicer vaga de un lugar a otro, entregado a la molicie y viviendo de la caridad.
Señala la conveniencia de que se le de alguna ocupación en la Santa Casa del Pilar, a la que debería quedar adscrito de por vida.
Poca atención se presta a la petición, siendo su único medio de subsistencia la mendicidad.
Una mañana, aparece en Velilla de Ebro el citado Pellicer. Lo traen desde Alforque mas muerto que vivo.
Mosén Nicolás Portal, probablemente párroco de la localidad, toma conocimiento de que el personaje en cuestión es el protagonista del milagro de Calanda. Tras confesarle, le administra la extremaunción.
Fallece el 12 de septiembre de 1647, a los treinta años de edad, siendo enterrado en el cementerio de Velilla.
La historia de Pellicer sigue muy presente en la memoria colectiva de los aragoneses.
El fotógrafo municipal Gerardo Sancho, deja testimonio gráfico de un acto de exaltación del milagro, que se celebra en Zaragoza en mayo de 1964. Los actos litúrgicos se acompañan de festejos populares en la plaza del Pilar.
No obstante, el milagro de Calanda nunca ha estado exento de polémica.
Entre abril y mayo de 1950, conforme a instrucciones cursadas por el Arzobispo de Zaragoza, Rigoberto Domenech, se procede a la localización y exhumación de los supuestos restos de Miguel Juan Pellicer que reposan en el camposanto de Velilla de Ebro.
Médicos y Catedráticos de la Universidad de Medicina de Zaragoza participan en los trabajos como peritos; así como notarios y sacerdotes. Todos ellos coordinados por el vicario general y deán del Cabildo, Hernán Cortés Pastor. Periodistas de El Noticiero y de La Hoja del Lunes son testigos del acontecimiento.
Se hallan los restos óseos de una persona.
En la parte superior de la tibia derecha se aprecia una hendidura y se comprueba que este hueso es unos cinco milímetros más corto que su homólogo izquierdo.
Junto a la osamenta aparecen trozos de ropa y un par de escarpines o calzado propio de la epoca en la que vive Pellicer, aunque de tamaño más grande que el que le correspondería a un personaje de su estatura. También se encuentran unas plantillas o palmillas, piezas ortopédicas utilizadas para corregir deformaciones plantarias o para equilibrar piernas de diferente longitud. El alzado de la plantilla del pie derecho es superior a la del izquierdo.
En conclusión, los restos humanos encontrados bien pudieran corresponderse con los de una persona que vive en tiempos de Pellicer y que padece de una deformidad en la pierna derecha.
Lo cierto es que cinco meses después del hallazgo, el Arzobispo dispone que se inhumen nuevamente los huesos encontrados dándose carpetazo a un asunto del que no se da conocimiento a la opinión pública.
De todos estos hechos da detallada cuenta Antonio Gascón Ricao en un extenso artículo publicado el 24 de mayo de 2021 en el portal de historia "Ser histórico" titulado "El fraude del milagro de Calanda al descubierto".
La documentada aportación concluye con la afirmación de que, tal como anticipa el título del artículo, nunca existió el que durante siglos fue conocido como milagro de Calanda.
El autor del trabajo no pone en cuestión que los restos hallados en Velilla de Ebro sean los de Miguel Juan Pellicer, ya que se corresponden con los de un hombre con una deformidad en la pierna derecha, que trata de disimular un profesional fabricándole una plantilla que compense la menor longitud de esa extremidad.
Admitiendo el accidente sufrido por Pellicer, cabe deducir que durante dos años oculta la pierna al estilo del buscón don Pablos para hacer más rentable su actividad mendicante.
De ese ocultamiento forzado de la extremidad diestra pudo derivarse una atrofia muscular como consecuencia del acortamiento de la pierna.
En tal deducción se apoya Gascón para afirmar que nunca existió el que durante siglos en conocido como "Milagro de Calanda".
FUENTES
DOCUMENTALES.
- El cojo de Calanda. El milagro más extraordinario de la Virgen del Pilar. Abate André Deroo. Traducción de D. Juan Antonio Gracia, canónigo del S.T. M. del Pilar. Edición Ayuntamiento de Zaragoza. 1965.
- El milagro de Calanda. Estudio histórico crítico. Eduardo Estella Zalaya. Archipreste del Salvador. Zaragoza. 1951.
- El milagro de Calanda: propaganda y devoción pilarista en la era de la Contrarreforma. Trabajo de Fin de Grado de Iván Sánchez Margelí. Director Juan Postigo Vidal. Facultad de Filosofía y Letras. 20118-2019.
- El fraude del milagro de Calanda al descubierto. Antonio Gascón Ricao. 24 de mayo de 2021. Web Ser histórico. Portal de historia.
- El milagro de Calanda. Web Catedrales de Zaragoza.
- El milagro. Web del Ayuntamiento de Calanda.
- El milagro del cojo de Calanda. 8 de febrero de 2022. Web Catedral Basílica del Pilar.
PINTURAS Y GRABADOS.
- Mural sobre el milagro del cojo de Calanda en la Basílica del Pilar. Ramón Stolz.
- El milagro de Calanda. Sor Isabel Guerra. Óleo sobre lienzo. Basílica del Pilar.
- Aparición de la Virgen del Pilar en Zaragoza a Santiago y los Convertidos. Venida de la Virgen del Pilar en carne mortal a Zaragoza. Juan Pérez Galván. Óleo sobre lienzo. Ayuntamiento de Zaragoza.
- Felipe IV a caballo. Diego Velázquez. Óleo sobre lienzo. Hacia 1635. Museo del Prado.
FOTOGRÁFICAS.
- Imágenes correspondientes a la exhumación realizada en Velilla de Ebro, conservadas en el Archivo Diocesano de Zaragoza y publicadas en el artículo digital "El fraude del milagro de Calanda al descubierto".
- El arzobispo Domenech junto con otras autoridades civiles y eclesiásticas. Marín Chivite. 1952. AMZ.
- Imágenes de la exaltación del milagro de Calanda. Gerardo Sancho Ramo. 20 de mayo de 1964. AMZ.
MÚSICA.
PIANO VIOLÍN FREESOUND 26340. PIXABAY.
TEXTO Y EDICIÓN.
Mario Maganto Berdejo.
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